Cuando asesoramos, hacemos realmente lo mismo que hace cualquier otro tipo de profesional bien sea, un ingeniero, un médico,o un contador con respecto a sus clientes. Sólo nos diferenciamos de estos profesionales cuando, además de asesorar, actuamos de intermediarios en la ejecución del acto mercantil en que se basó nuestra asesoría, lo cual por lo general no hacen aquellos. He aquí la característica que tipifica nuestro trabajo, dándole un matiz específico y de complejos ribetes que a todas luces, exige imperativamente nuestros máximos esfuerzos de capacitación, en procura de la profesionalización justamente reclamada por nuestros usuarios. vale decir pues, que el producto que le vendemos a nuestros clientes solo se termina con la legalización de la venta en la oficina de registro correspondiente o con la firma del contrato de arrendamiento, según sea el caso.
En conclusión, nuestro producto es intangible, es bivalente, tiene un alto contenido social y humanístico que lo hace realmente fascinante y por ello su delicadeza, amén del componente económico, financiero y jurídico que también lo caracteriza. Definitivamente, dicho esto, se infiere que no son suficientes las buenas intenciones para ejercer la actividad que aquí nos atañe. Su complejidad riñe por mucho con el empirismo, con la improvisación, con la piratería, con el comisionista, que se ha visto en incontables casos. Para preciarnos de verdaderos Corredores Inmobiliarios tenemos que profesionalizarnos en nuestra materia, el mercado de usuarios así lo reclama, que espera vernos como verdaderos Asesores Profesionales y no como simples Gestores Comisionistas. Agradezco a la divina providencia haberme puesto en el camino la realización de esta actividad, algún día les contaré mis inicios.